Alejate de mis acuíferos

Adru Estevez
5 min readAug 5, 2021

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Vesania primermundista

El mundo anglosajón de Facebook está pasando una etapa nueva desde hace unos años: los tag groups. Su función principal es poder etiquetarlos en comentarios en situaciones específicas. Como alguien que tiene la suerte de entender dos idiomas gracias a ese temita llamado globalización, donde nos impusieron el inglés para todo, me parece un mundo cómico maravilloso.

Entré hace poco en un tag group cuya traducción sería “podrías hacer unos aritos de eso y una lesbiana los usaría” en referencia a que las lesbianas utilizan aros extravagantes. Este fenómeno, para no desviarnos del tema, se trata de un código secreto y un lenguaje visual que usamos las personas LGBT para identificarnos entre nosotras.

No les jodo, es todo un meme esto de los aritos.

Hubo un día donde surgió un agitado debate en dicho grupo, donde la mayoría son estadounidenses: las administradoras prohibieron que los emprendimientos promocionen aritos con comidas típicas de otras culturas, porque era apropiación cultural y estaban lucrando con eso. Los comentarios defendiendo la medida eran, en efecto, de personas estadounidenses (en varios casos descendientes de personas racializadas) diciendo que era una falta de respeto. Los comentarios más relajados eran por parte de personas ajenas a los yankees, justamente gente que vive esa cultura que se vió en diversos aritos y las administradoras prohibieron su venta. Estas personas (sobre todo mexicanas y del este asiático) decían que no había problema, dado que era lindo ver cómo se compartían cosas de su cultura siempre y cuando fuera con respeto. Por supuesto, las estadounidenses les saltaron al cuello porque para ellas SÍ era apropiación cultural aunque siquiera su cultura era la atacada.

Algo me hizo ruido: ¿por qué las personas de las supuestas culturas apropiadas decían que no había problema, mientras las estadounidenses insistían que eso era un golpe bajo a lo moral?

Superioridad moral

En los últimos años empezaron a tener más importancia los movimientos a favor de los derechos humanos, cosas tan básicas y vulneradas como la lucha contra el racismo, la valoración de la mujer como persona y la adquisición de derechos por parte de la comunidad LGBT. Gracias al internet nos podemos enterar qué pasa del otro lado del mundo en menos de un minuto.

El concepto de apropiación cultural lleva un par de décadas en la humanidad, pero tomó fuerza con la llama de los movimientos sociales. El problema es que, desde el primer mundo, parece una corrección política constante para marcar al otro que está equivocado y ganar la competencia de quién se leyó más hilos en Twitter. No me malinterpreten: estoy muy a favor de que se luche por nuestros derechos y soy de las que piensan que los mismos se consiguen en la calle, pero cuando es usado para subirse el ego y manejar el tren de la soberbia es donde hay que parar el carro y reflexionar.

Quien escribe es nieta de un paraguayo, hija y hermana de misioneros e incluso viví en la costa del Paraná, pero nací en Once, Capital Federal. Tengo un acento mixto porque en casa mi vieja habla como misionera y a veces intercambia palabras en guaraní con mi abuelo, por lo que tengo un porteño extraño y, cada tanto, hablo como si hubiera nacido en las cataratas. Mi piel siempre fue trigueña salvo los últimos años, donde una enfermedad crónica me deja muy pálida y hago un white-passing (en criollo, la gente piensa que soy blanca natural). Llevo el tereré en la sangre y la chipa (no “el chipá”) en el alma, también me comí el garrón de sufrir acoso por no ser blanca, por mi tonada, por esa cultura que vivo día a día. Dicho esto, no hablo desde el privilegio sino desde la hinchazón de ovarios que me genera el tema.

La foto es para decir que la mejor chipa de Argentina se encuentra en la ciudad de Puerto Rico, Misiones.

A veces me detengo a pensar: ¿por qué dejamos que gente del otro lado del mundo, exactamente un país conocido por tener colonias en el siglo XXI, colaborar con la destrucción natural y política de América Latina y hacer guerra en cualquier país donde abunden los recursos combustibles, nos diga como vivir y compartir nuestra cultura? ¿Quienes son para señalarnos con el dedito acusador?

Particularmente los argentinos somos conocidos por nuestros aires de superioridad y orgullo, pero si salta un yankee a bardear nos hermanamos con toda latinoamérica y los patoteamos hasta que se arrodillen y pidan perdón. Algo tan nuestro, como el mate, lo compartimos con Paraguay, el sur de Brasil y con Uruguay, su mayor consumidor. Si bien lo último siempre trae debate, compartimos cultura y es inevitable. La clave está en eso: compartimos.

Lo tuyo es mío y lo mío es mío

La apropiación cultural está relacionada con un concepto clave en los estudios antropológicos: la alteridad. Sin ponernos muy academicistas, es aquello que nos diferencia del otro al ser individuos similares. Durante las expansiones imperiales, los contactos culturales surgieron en viajes y fueron totalmente asimétricos dado la intención colonizadora de los europeos. Nunca iban a poder ponerse en el lugar de los pueblos originarios, sin embargo obligaron a los mismos a ponerse en el lugar de la sagrada cultura europea.

Ahora, Estados Unidos es potencia mundial en la actualidad, posee 3 colonias según la ONU y si tengo que mencionar los “Estados libres asociados” (que son colonias con nombre elegante) no termino más. Toda cultura occidental debe parecerse a la de ellos según su pensamiento etnocentrista, el cual escala al punto de que el clásico planisferio tiene a América en el centro, dividiendo Asia, ni hablar de su escaso conocimiento geográfico.

Detesto con toda mi alma esta versión de la proyección Mercator. De verdad.

Quienes levantan la bandera de defensores de las personas cuya cultura es supuestamente robada siquiera paran a escuchar a la parte afectada. El compartir cultura es algo maravilloso para derribar las barreras de la otredad, el problema está cuando decís “mi tatarabuela era mexicana, se tres palabras en español y me gustan los tacos, no te apropies de mi cultura mexicana”. Si veo a un francés tomando mate lo festejo y de paso le enseño a preparar un fernet, ahora si se cree dueño del mate llamo a la 12 para que le hagan una visita.

En conclusión, me atrevo a decir que la apropiación cultural que los estadounidenses tanto defienden es, en efecto, un acto ególatra, soberbio, etnocentrista y una estrategia de colonización mental basada en la culpa ajena. Apropiación cultural es apropiarte de la defensa de una cultura, por lo tanto, invito a todas estas personas a cerrar el orto.

Gracias Sansi por el hermoso concepto, a morto_qui_parla en Twitter por la representación gráfica y a Nachito porque sí.

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Acá no escribo sobre videojuegos.

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